Brutus, mi hermano (23/05/2010)

Brutus, my brother

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A Brutus, mi hermana y yo le dábamos tratamiento de hermano. Nunca supe si de hermano mayor o de hermano pequeño, imagino que dependía del día y de nuestro grado de inmadurez. Murió a las 6 de esta madrugada a un par de meses de cumplir 18 años y como era habitual en él, cerca de mi padre que no se separó de su lado.
Desahuciado por su veterinaria hace un par de años, se mantuvo tranquilo y en buena forma por los cuidados de mi madre. Papillas matutinas, tranquilidad y muchos mimos. A pesar de esto, en lo últimos meses se parecía más a un abuelo senil que al gato que fue. Los pómulos se le habían marcado, los ojos se le hundieron en sus cuencas y le costaba moverse con fluidez. Estaba delgado y olvidaba las cosas. Miraba y maullaba a mi madre como pidiéndole el agua o las golosinas que le acababa de poner, pero que no recordaba donde… Se pasaba el día en una silla de la terraza o sobre la mesa, dormitando. Salvo después de comer en que invariablemente buscaba a mi madre o a mi padre para dormir la siesta en sus brazos.
Pero no siempre fue así…

El "pequeñín", que llegó a pesar más de siete kilos, fue bautizado con el femenino nombre de Olympia en recuerdo del olímpico verano del año 92 en el que a la vuelta del aeropuerto mi padre y mi hermana se lo encontraron, cachorro él, metido en un cubo de basura.

A pesar de los esfuerzos denodados y constantes que hizo nuestro veterinario por intentar que el retoño ejerciera de hembra en este abominable mundo masculino, a los pocos meses y dado el interés que también se tomo la naturaleza en hacer que ejerciera de macho, dejamos por un lado de llamarle Olympia, y por otro de ir a ese veterinario.

Así pues, la criatura creció felizmente desproporcionada bajo el adecuado nombre de Brutus, mientras desarrollaba esa graciosa personalidad suya que le convirtió con los años y con sucesivos avisos de "Gato Peligroso" en un ser querido y apreciado entre el gremio de carteros, butaneros, y otros fugaces visitantes de la calle de Los Álamos, encantados con las muestras de afecto incontenible que el gato les dedicaba, al esconderse a su paso y saltarles (uñas por delante) a la espalda en cuanto tenía la menor oportunidad.

Una vez superados unos pequeños traumas psicológicos derivados del cambio de "Olympia bonita!" por "Brutus cabrón!!!", y que se solventaron con la violación constante y apasionada de un cojín de algodón rojo con bordados de flores grises (mal gusto que justifico y amparo completamente, ya que yo me he enamorado de seres de peor fondo y condición), la evolución de su carácter se puede definir en una incomprensión absoluta del mundo felino y su conciencia, (dudosa a mi entender), de creerse humano.

Esto le llevó a utilizar el baño como uno más en la familia, (si, inodoro incluido), reclamar su espacio en la mesa a la hora de comer, y a exigir, (a efectos de intimidad e independencia), un cuarto propio, por el que ha estado en pugna constante con mi hermana pequeña, hasta la renuncia de esta a la contienda hace unos años, y a su huida al extranjero, (verdadera causa de los estudios en Italia de mi querida María).

Su alto grado de exhibicionismo, hedonismo, y concupiscencia, (rasgos que compartíamos), ayudaron a mi añorado Brutus a disfrutar de la cotidianidad de la vida familiar, a la que contribuyó compartiendo con los demás, todos y cada uno de los variados momentos de su humanizada vida gatuna.

Entrañable e inolvidable fue aquella tarde de verano, en la que unas señoras que debían tomar café en casa con mi madre, vieron aparecer a un gato, aparentemente alimentado con esteroides anabolizantes, arrastrando, a bocados, a un cojín que le doblaba en tamaño, escalón a escalón, a través de la pequeña escalinata que conduce al salón, hasta situarlo en medio de la concurrencia y sobre la alfombra, para luego proceder a ejercer tales rítmicas y ardientes acometidas de cariño a su pareja de trapo que, sospechamos, provocaron accesos de menopausia adelantada a varias de las concurrentes al pornográfico evento.

Mi peludo hermano tuvo muchos años por compañera sentimental a su cojín, todo un record de fidelidad y amor constante en estos descontrolados tiempos que vivimos.

Le voy a echar de menos. Ir a ver a mis padres tiene algunos protocolos fijos. El segundo tras los besos de rigor era ir corriendo a ver si Brutus estaba bien. Las noches insomnes de lectura tumbado bajo mi lámpara intentando impedir que pasara página alguna, pelear juntos con las raíces del jardín, perseguirle con alguna de mis cámaras, dormitar en el sofá tras una de las maravillosas paellas de mi madre, cepillarle en la terraza, levantarle la tapa del inodoro cuando pedía usarlo… Su existencia marcó la mía tanto como a las portadas de algunos de mis mejores vinilos...

Estoy buscando fotos suyas. La mayoría son anteriores a la era digital por lo que tendré que localizar y escanear esas copias en papel baritado que habrá en alguna de las 108 cajas entre las que se distribuyó mi vida al partir hacia Kuala y que siguen sin abrir en la casa-almacén a 200 km de mí.
Por el momento me quedo con estas dos...

La foto de cabecera creo que la tome en el 96, fue expuesta para las sombras y el positivado me volvió loco por diferencias de contraste entre las altas luces (el suelo que recibe luz directa) y las profundas sombras. El peluche, (por el que puedes darte cuenta del tamaño del modelo respecto de la silla y del perrito) perteneció a mi hermana María hasta el secuestro y posterior adopción por parte de Brutus.

Pero como más lo voy a recordar es en esta, en diciembre del 2009, durmiendo la siesta. Mi padre con Brutus y Brutus con su peluche...




29 de agosto: He encontrado algunas viejas impresiones en papel baritado, pequeñas trampas en forma de recuerdos para esta tarde de domingo.


Verano de 1994. Era la primera vez que usaba una lente con un close-up sobre mi viejo 50mm. Lo recuerdo como si fuera ayer.
Brutus tenía 2 años. Me encanta su pose altiva e impetuosa.



Brutus con María, en Mayo de 1995. Que decir de dos de los seres que más quiero... ¿qué podía haberles hecho una foto mejor?


Noviembre de 1995.


Noviembre de 1995. De caza por el jardín... y cazamos...


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